sábado, 15 de agosto de 2009


Pienso, pienso, y pienso todo lo que te necesité, lo que te necesito. Todo lo que me hiciste falta, la falta que me haces ahora mismo. Viniste en el momento más importate, y te fuiste quizás, en el menos indicado. Todas las risas compartidas, los momentos, las personas, las complicidades, las lágrimas con vos, por vos. Los castigos, las escapadas, los errores, las charlas, los escritos. Me marcaste. Y a pesar de la distancia siempre vas a formar parte de mi. Porque nadie influyó tanto -en todo aspecto- como vos, nadie. Eras con quien me identificaba cuando no tenía nadie, eras mi revolución, mi ventana al exterior. Eras lo que yo no entendía, y luego entendí con lágrimas. Lo que estaba bien, lo que estaba mal, con vos eso no existía, asique, ¿qué importaba? Te exrañé, te extraño. Lo que te necesito no tiene nombre, si hay algo que me desgarra es que esa clase de personas se vayan. No fue tu culpa, no del todo, era imposible no entrar en semejante estado de confunción en esa situación. Ventana y puerta a todo lo que fui, lo que viví, lo que me dejaste. Inetivitable no sentir un nudo en mi estómago e imposible no sentir mi corazón acelearce. Cuando te vi, volviste a escarbar en mi.